Esta exótica fruta africana de textura crujiente, tiene un contenido de agua tal (aproximadamente 92% ), que es una excelente opción para calmar la sed. (1) Su enorme contenido de agua lo convierte también en el aliado perfecto para mantener los intestinos moviéndose de manera regular y prevenir el extreñimiento.
Dentro de los méritos nutritionales que le dan a la sandía su pase directito a la fama, se encuentra su enorme contenido de licopeno. De hecho, ¡una taza de sandía contiene más licopeno que una taza de jitomate crudo! El licopeno brinda protección antioxidante contra el daño a las células causado por los radicales libres. (1)
La sandía también una muy buena fuente de varios nutrientes cardio-protectores como la vitamina C, el potasio y el magnesio, dos minerales necesarios para controlar la presión arterial. También contiene el aminoácido citrulina que ayuda a la dilatación de los vasos sanguíneos y, por lo tanto mejora la presión sanguínea y el flujo de sangre a los tejidos. (2, 3)
A pesar de su dulzura, ¡la sandía es baja en calorías y azúcar. Una taza contiene ¡solo 30 calorías!
Aunque la sandía es baja en azúcar, contiene cantidades indeseables de un particular tipo de azúcares (fructanos, fructosa y polioles). Estos azúcares suelen exacerbar algunos síntomas del síndrome del intestino irritable (SII) si se consumen en cantidades mayores a las tolerables. Estos síntomas incluyen distensión y/o dolor abdominal, gases, diarrea y/o extreñimiento, entre otros. (4, 5)
De modo que si te han diagnosticado SII o sospechas que sufres de este indeseable padecimiento, es mejor que no comas más de un par de cucharadas de sandía, o que la evites por completo.
Evitar el consumo de esos tipos de azúcares por un tiempo, es una estrategia ampliamente utilizada para aminorar síntomas relacionados con SII. (6)